La primavera del 2019 trajo un aire extraño y desconocido, una ráfaga fuerte, helada y potente que nos afectó el corazón y las ganas. Las calles las tomamos todos, nuestras demandas sonaban en gritos de rabia que se asomaban desde las esquinas, las ventanas y detrás de las rejas de cada casa… en las calles brillaron las fogatas y desatamos el fuego como un rito de limpieza. Recuperamos la voz y gritamos, sin orden establecido, sin coordinación alguna, sin ponernos de acuerdo, sin llamar al caudillismo, gritamos infinitamente y por fin: sin miedo.

De un momento a otro, el aire de primavera se tornó oscuro, y nos obligó a buscar nuestros propios rostros. Las mujeres sacamos nuestros espejos y nos miramos dentro. Una a una empezamos a nombrar a quien humilla, golpea, viola y mata, se hicieron eco nombres de padres,  hermanos, tíos, y maridos, no faltó ningún vecino, no olvidamos a ningún jefe.   

Yo dejé de sentir esa mano extraña en mi entrepierna para sentir la cálida mano de mi amiga sosteniendo fuerte la mía…  escuché a metros la voz de mi madre y de mi tía, reconocí en el clamor de la voz de mi abuela muerta, el grito sordo de mi prima a kilómetros, el llanto susurrante de mi vecina…  miles de desconocidas nos hacíamos hermanas unidas hombro a hombro, corazón a corazón. Por fin, ya no estaba sola, estábamos juntas. 

Y la rabia se volvió locura y la locura se convirtió en fuerza y con fuerza unas gritaron “recuperemos todo”, y nos fuimos avisando… y así nos organizamos y cinco o seis días. Más tarde, nos reconocimos unas cuantas en un teatro a semi oscuras y a solas. Y cambiamos las recetas de cocina por las leyes, y los tejidos por la tecnología, y los estudios personales por la organización en grupo y las metas propias por los sueños colectivos. Y en un par de horas salimos con las ganas colectivas de cambiar al país entero y un papel arrugado con nombres de nuevas amigas.

Los días se hicieron pocos, para leer, llamar, imaginar, reconocer,  aprender, descubrir y organizar. No empezamos de a poco, empezamos con ímpetu a carreras, con dudas y errores con ganas encendidas y potentes.

(Las mujeres por lo general, hacemos todo lo que nos asignan…  Nunca nos preguntamos cuánta energía debemos poner, solo nos concentramos en que tenemos que lograr… nos educaron así, como burros de carga, como bueyes de yunta. A tirar pa’delante, sin importar si el costo que pagamos será muy grande. No se imaginaron nunca que el mismo yugo que nos controlaba lo convertimos en nuestra fortaleza.)

Desde diciembre a la fecha, no hemos parado. Cuando una se cansa, llega otra con nueva energía. Todas aportan. Se abren espacios, buscamos a hermanas. A ratos cuidamos la matria, a ratos salimos a la calle.   

Aquellas que pensamos que cambiar nuestro Chile, era fácil y bonito y que no sentimos miedo ante imaginar la repre, ni a enfrentamos juntas los miedos de otras mujeres o a la desconfianza propia de imaginar un país distinto…  Nosotras mismas, no calculamos que deberíamos desafiar(nos)  nuevamente, porque la briza fuerte de ese octubre nos trajo el dolor y el miedo de la enfermedad. Y nos vimos obligadas a escondernos en casa, a soltar las manos y cambiamos las banderas por tapabocas y los pañuelos por alcohol gel, y las marchas en la alameda por cuarentenas en zoom.

Entonces, a ciencia cierta, sabemos que hoy nos debemos demasiado, necesitamos más compañeras para hacer verdadero nuestro sueño, más tiempo para imaginar juntas, para reír a pata suelta, llorar abrazadas, gritar colectivamente, tiempos de conversa al lado de un buen vino, abrazos potente y cuidados sororos. Y por eso,  en las noches (las mismas que aún soñamos con cambiar el país entero) sacamos a solas cuentas pendientes, se nos cuela por la ventana un miedo pandémico y nos atacan a ratos nuestros propios imaginarios, nuestros temores a solas, nuestras soledades ocultas, nuestras penas no reconocidas.  

Pero en tardes donde las certezas son ausencia, siempre nos queda una de reserva y escondida… y es que al final de estos días volveremos, tal vez más viejas, más gordas, más cansadas,  más arrugadas… pero infinitamente compañeras, volveremos más luminosas!!!  

Y palpita ronco : Fuerza compa… no estás sola!

Sandra Zavala

1 thought on ““Mensaje para (nos)otras”

  1. Corina Machuca says:

    Me gusta este vibrante relato por su gran elocuencia al narrar el proceso político y el contexto social que dio origen a nuestro querido PAF. Deja de manifiesto además de la gran fuerza y energía que despliega la presencia de las mujeres que desde la mirada feminista y de la sororidad, estamos dando la lucha por cambiar el sistema patriarcal. Gracias Sandra por compartir este testimonio desde la convicción de ir con todo pa’ delante sino pa’que!💪🏾💜🤗

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

You may use these HTML tags and attributes:

<a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>